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martes, 16 de febrero de 2010

Amoxtlalpan: En tierra de libros

León-Portilla, 2003.
Fuera del Viejo Mundo, sólo en México y regiones cercanas de América Central floreció la escritura y el arte de hacer libros. Por eso, a esta área geográfica de alta cultura que llaman Mesoamérica, bien puede aplicársele también el nombre de Amoxtlalpan, "en tierra de libros".
De las varias formas de escritura que en ella se desarrollaron dan testimonio miles de inscripcones en monumentos de piedra, en objetos de cerámica, metal o hueso. Y también los libros hoy llamados códices, son portadores de imágenes polícromas y signos jeroglíficos que hablan de aconteceres divinos y humanos.
En las distintas lenguas mesoamericanas existen palabras para expresar una idea afín a lo que entendemos por libro. Daré, como muestra, el caso del náhuatl. Amoxtli está compuesto de ámatl, "papel" (hecho de la cutícula fibrosa que subyace a la corteza del árbol amate, del género de los ficus), y de ox-tli "lo que está aderezado o emplastado". El vocablo resultante, amoxtli, significa "aderezo o conjunto de papeles de amate".
Los amoxtli se conservaban en las amox-calli, "casas de libros", situadas en las escuelas, sobre todo en las sacerdotales, y en los templos y palacios. Bernal Díaz del Castillo, el soldado cronista que pudo ver algunas de esas amoxcalli, describe cómo eran los dichos libros. Sus lectores españoles pudieron imaginarse esas largas tiras de papel o de pieles de venado adheridas entre sí, que se plegaban "como paños de Castilla" de suerte que la superficie de cada doblez equivalía a una "página".
Hoy, a pesar de las destrucciones que acompañaron a la Conquista, sobreviven unos pocos de esos códices prehispánicos. No tenemos, por tanto, que acudir ya a la imaginación para conocer cómo son los códices. Hay además repreducciones facsimilares de ellos. Así, aunque no sea siempre fácil acercarse a un códice original, y menos aún tenerlo en las manos e ir desplegando sus páginas, nos queda la compensación de las modernas ediciones, algunas en verdad tan fieles que casi parecen falsificaciones.